En líneas generales, es cierto que la comida fresca ha de tener preferencia en nuestra dieta frente a la envasada. Pero también lo es que, dentro de la comida ‘de lata’, hay honrosísimas excepciones. Es, por ejemplo, el caso de las conservas de pescado y marisco. ¿Por qué es una buena idea incluirlas de cuando en cuando en nuestra dieta? Ahí van seis buenas razones:
Saludables y nutritivas: Tal y como te contábamos en nuestro recorrido por las alternativas de tapeo más sanas, las conservas de pescado aportan al organismo propiedades muy beneficiosas para la salud: son buena fuente de proteínas de alto valor biológico, así como de ácidos grasos poliinsaturados Omega 3 (o lo que es lo mismo ‘grasas buenas’).
-Cero desperdicio: Podemos consumir íntegramente todo el producto que alberga el interior de la lata.
-Comodidad: Tan fácil como abrir y degustar. Por eso, estas latas son ideales para los menos cocinillas o, simplemente, para esos días en los que no disponemos de demasiado tiempo para dedicarle al fogón.
-Poco perecederas: su larga fecha de caducidad hace que podamos disponer de ellas en casa durante mucho tiempo y tener siempre la despensa llena.
-Fácilmente transportables: Al no necesitar frío resultan perfectas para ser transportadas (a la oficina, al campo o playa para un picnic al aire libre…) sin ningún riesgo de intoxicación.
-Variedad y calidad. Desde las conservas más premium hasta las más asequibles. La magnífica tradición conservera que hay en España nos permite disponer de un gran abanico de conservas, entre las que se encuentran verdaderas joyas gourmet.
ALGUNOS CONSEJOS
-Una vez abras lata, si no la consumes entera recuerda guardar el contenido sobrante en la nevera, en un envase de cristal y no en el propio envase.
-Es una buena idea guardarlas en la despensa según el orden de caducidad (en la primera fila, los envases más antiguos, cuya caducidad estará más próxima).
-Si ves un envase con algún golpe o abolladura, evita comprarlo aunque parezca bien cerrado.
-Desecha también las latas si aparecen en ellas señales de oxidación en los bordes, o si la lata está abombada.
-También deberás descartarla si, una vez abierta, aparece espuma en su interior o, por supuesto, si el líquido desprende el mínimo mal aroma.
-Guarda siempre tus latas en lugares frescos, secos y resguardados del calor y de la luz.
-Si vas a comer directamente de la lata, recuerda siempre lavarla primero.
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